La vida en piloto automático

La vida en piloto automático

Fuente:EMPRENDICES,04/09/2020 04:00 pm



Por Carlos Nava Condarco


Hay dos maneras de entender y procesar los problemas en esta época: con el criterio del perjuicio que representan (lo que es obvio en el caso de cualquier dificultad), o con la lógica de que constituyen una buena oportunidad de distinguirse de otras personas y superarlas. La “vida en piloto automático” es un problema de tal magnitud, y tan extendido en la civilización moderna, que el solo hecho de abordarlo promete una enorme ventaja competitiva.


Cuando las cosas se hacen sin prestarles ATENCIÓN, se tiene una vida en piloto automático. Éste es el factor que caracteriza el problema.


No tiene nada que ver con distracciones, divagaciones o aburrimiento. Cuando se presta atención a lo que se hace (sea esto lo que fuera), se tiene control de la vida y se la puede dirigir.


La atención otorga el dominio a la Conciencia. En tanto que la vida en piloto automático transfiere el dominio a otras personas o “cosas”. ¿Es posible que alguna “cosa” tenga control sobre una persona? Absolutamente. Posiblemente la prueba más importante en la actualidad sea el teléfono inteligente. Y esto sin hacer referencia a vicios o adicciones, que algunos ya considerarán una patología.
 

Lo que se llama enfoque es, simplemente, atención concentrada; y la concentración, atención enfocada. El común denominador es la atención: la aplicación voluntaria de la actividad mental o de los sentidos a un determinado estímulo u objeto, mental o material.


Se considera que las personas que tienen la capacidad de concentrarse en el trabajo, han encontrado una forma de evitar la dispersión mental. Pero esta deducción no es correcta, porque ésas personas igualmente pueden enfocarse en distracciones, reflexiones o divagaciones. El asunto no es qué se hace, sino cómo se lo hace. Y si esto último se rige por la atención, entonces corresponde con el dominio y no con una vida en piloto automático.


En el mundo actual, que se caracteriza por la imperiosa necesidad de ser competitivo, no es necesario desarrollar sofisticadas destrezas de enfoque o concentración para distinguirse de los demás. Basta con poner un mínimo de atención a lo que se hace. Este “mínimo” garantiza dos cosas: 1) el fin de la vida en piloto automático y, 2) la posibilidad de cambiar hábitos negativos por otros positivos que conduzcan a evolución.
 

La vida en piloto automático



La mayoría de las personas desarrollan su vida en piloto automático.-


La tecnología ha contribuido notablemente con esto, y en particular con un poderoso “dispositivo” que casi todas las personas del planeta portan hoy en la palma de la mano: el teléfono inteligente.


No es que este aparato haya creado la “existencia inercial”, pero ha contribuido en ella como pocas cosas en la historia. El teléfono celular es una computadora sofisticada en manos de la gente, y la acompaña por donde va a lo largo del día. Sus alcances son extraordinarios, y le otorgan mucho poder. Tanto así, que controla la vida de las personas sin que éstas se den cuenta de ello.
 

Para muchos, las notificaciones del teléfono celular son comandos que se atienden de inmediato. Y el propio dispositivo es lo primero que alcanzan y ven al despertar por la mañana. Son reacciones automáticas, casi instintivas. Se accede al teléfono móvil sin ninguna intención concreta muchas más veces de las que se lo hace con propósito.


Esto define el carácter de esta relación: el teléfono dispone, manda y controla, no la persona.


Ahora bien, detrás de cada notificación o acceso al dispositivo, existe una enorme cantidad de información que ocupa de inmediato la limitada “zona de atención” de las personas. Y ésa información conduce por derroteros insospechados.
 

El profesor de psicología Timothy Wilson de la universidad de Virginia, estima que el cerebro recibe 11.000.000 de bits de información por segundo, pero solo puede procesar conscientemente 40 bits.


Un teléfono celular tiene la capacidad de colocar toda ésa información en el cerebro cada segundo, y desde el momento mismo que las personas abren sus ojos para empezar su jornada.


Dirán algunos que el problema es la “atención” que se le presta al teléfono, pero esto no es verdad. La “atención” es un acto volitivo, producto de la aplicación de voluntad consciente. Y la relación de las personas con su teléfono móvil no es ése, al menos una buena parte del tiempo. Para comprobarlo basta ver lo primero que hace cualquier persona cuando está sentada esperando por algo: toma, automáticamente, su teléfono celular.

 

Ahora bien, la tecnología proporciona elementos nóveles para la vida en piloto automático, pero no tiene exclusividad. Hay muchos otros elementos que la ilustran.


Por ejemplo, ¿qué tanta atención se proporciona cuando se tiene una conversación? La mayoría de las personas no saben escuchar, o lo hacen “automáticamente”, prestando más cuidado a lo que dicen que a lo que se les dice. En el mismo hecho de hablar, ¿cuántas cosas se expresan sin pensar? Un mundo de gente absorta en sus pensamientos.


La única forma de salir de éste “modo de vida en piloto automático” es activando la atención.


Es diferente acceder al teléfono móvil conscientemente que hacerlo por reflejo, aun cuando el propósito sea solo “ocupar el tiempo” o no aburrirse. Es diferente la conversación cuando se presta atención a lo que otro dice y cuando se atiende lo que uno mismo dice. Incluso el hecho de divagar mentalmente es otra cosa cuando responde a la atención consciente, porque puede conducir a respuestas que se esperan o a solución de problemas complejos.


Hay dos conceptos que ayudan a entender esto: uno se llama “Hiperfocus” y el otro “Scatterfocus”. El primero es el enfoque convencional que debe alcanzarse para hacer eficientemente las tareas, y el segundo es el enfoque en la propia “dispersión de la mente”. Ambos enfoques son indispensables: dirigir y sostener la atención en una tarea consigue que las cosas se hagan bien, y permitir que la mente divague estimula la imaginación, la creatividad y la reposición de energía.


El desarrollo de Hiperfocus y Scatterfocus demanda gestionar la Atención. Cuando esto se consigue, las tareas alcanzan excelencia, la creatividad se estimula, la diversión o el aburrimiento juegan el papel que les corresponde. Y el teléfono celular se convierte en un arma tremendamente poderosa para la productividad y el bienestar. ¡Es así de simple! Y todo radica en prestar atención.


La atención posibilita cambiar hábitos negativos por otros positivos que conduzcan a evolución.-


“Eres aquello a lo que prestas atención”


Acceder “automáticamente” al teléfono celular, dígase con el propósito de matar el aburrimiento, no es igual que acceder “intencionalmente” a él con los mismos propósitos. En ninguna parte está dispuesto (para seguir con el ejemplo), que el móvil solo sirva para fines “serios o formales”, puede ser un gran compañero en momentos de ocio, siempre y cuando se lo utilice prestando atención.


Un problema completamente distinto es el objeto mismo de atención. Si se accede “conscientemente” al dispositivo móvil o al “videojuego” pero solo con propósitos de diversión y por 15 horas al día, se trata de un mal hábito, no de una vida en piloto automático.


Los malos hábitos deben cambiar si la persona se llama a buen propósito, pero solo pueden hacerlo cuando hay consciencia de que algo se hace mal o no aprovecha. La persona que vive su vida en piloto automático NO SABE ni siquiera que hace mal, ésa es la dramática diferencia.


“Eres aquello a lo que prestas atención”, es una frase poderosa. Pero no necesariamente por su implicación positiva, más bien por lo que establece la primera palabra: eres. Con ello queda claro algo mayor: si no prestas atención, no eres.


El piloto automático de un avión no es ni bueno ni malo, es solo un mecanismo que cumple el propósito para el que fue inventado. El piloto del avión, por otra parte, puede ser bueno o malo, pero primero ES. Esta es la explicación que existe entre prestar atención y el objeto de la atención.


Hay, lamentablemente, muchas personas en este mundo que están perdidos en vicios y otros despropósitos a los que dirigen su atención. Pero este número es infinitamente menor al de aquellos que transitan la vida en piloto automático: sin hacer bien ni mal, sin tener consciencia de una u otra cosa. Los primeros son “malos”, los segundos mediocres.


Para el profesional que busca desarrollar su perfil competitivo, los “malos” no ingresan en el radar, en cambio los mediocres son el referente por el que lo apreciarán y calificarán positivamente. No es nada difícil distanciarse de ésa masa anónima de personas que viven su vida en piloto automático, solo es necesario prestar atención a lo que se hace.

 

 

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