Por Muy Interesante
El mundo está cambiando, probablemente de forma irreversible, y lo estamos cambiando entre todos.
La agricultura ha sido una actividad esencial desde que hace milenios las sociedades humanas abandonaron el nomadismo y comenzaron a asentarse en comunidades cada vez más grandes. En un mundo cambiante como el nuestro, no es fácil prever cómo sucederán las cosas, dependerá de lo que hagamos en los próximos años o décadas.
Entendiendo la sostenibilidad
Desde muchos sectores se aboga por fomentar lo que se ha denominado un ‘desarrollo sostenible’, un modelo que permita simultanear el crecimiento económico y la reducción del uso de recursos y el impacto ambiental. Siendo realistas, tristemente, el desarrollo sostenible entendido desde esa perspectiva es una utopía total.
Para que suceda un avance verdaderamente sostenible, que reduzca los daños medioambientales y permita frenar, o si fuera posible, revertir el cambio global que se está produciendo, sería necesario, en primer lugar, desvincular la actividad económica de los impactos ambientales. Este proceso se denomina desacoplamiento, y para que sea realmente efectivo debe ser absoluto, global, permanente y rápido. Absoluto, porque los desacoplamientos relativos no reducen el impacto ambiental. Global, porque desacoplamientos locales no suponen un avance si en otras regiones se incrementa el impacto. Permanente, porque un desacoplamiento temporal no solucionará el problema a medio o largo plazo. Rápido, porque la emergencia climática lo requiere.
Manifestante en protesta contra el cambio climático: “No hay planeta B”.
A día de hoy, ninguna política relacionada con el desarrollo sostenible ha mostrado ser suficiente en cuanto al desacoplamiento, y falla en al menos uno de los cuatro requisitos. Algunas proponen desacoplamientos relativos que en realidad no se llevan a efecto; otros proponen el desacoplamiento absoluto local, a cambio de trasladar parte de su producción —y por tanto, su impacto— a otros países.
Un metaanálisis desarrollado en 2020 por Tere Vadén, de la Unidad de Investigación BIOS, en Helsinki, Finlandia, es demoledor en este sentido. Actualmente, no hay pruebas de que haya sucedido el desacoplamiento necesario para que se produzca una verdadera sostenibilidad ecológica.
Para alcanzar los objetivos de sostenibilidad requeridos será necesario un cambio total, no solo en la actividad humana, sino encómo entendemos la economía. Las actividades esenciales, como la agricultura, deberán adaptarse no solo a un clima cambiante cada vez más hostil, sino también a un nuevo modelo que permita un desacoplamiento absoluto entre la producción agrícola y el impacto ambiental.
La robótica puede ayudar a aumentar la productividad y la eficiencia de las explotaciones agrícolas
La tecnología a nuestro servicio
Durante la historia de las civilizaciones, los avances tecnológicos han supuesto un impulso significativo a la productividad y la eficiencia agrícola. Desde la invención del arado hasta el desarrollo de grandes maquinarias, la tecnología ha estado siempre íntimamente ligada a la agricultura.
Las nuevas tecnologías, ya sea en forma de robótica, de mejora en distintos tipos de sensores, cada vez más sensibles, e incluso en inteligencia artificial, se pueden convertir en el motor de una nueva revolución agrícola.
En palabras del ingeniero Simon Blackmore, de la Universidad Harper Adams en Newport, Reino Unido, “un sistema agrícola robotizado puede hacer que la producción de cultivos sea significativamente más eficiente y sostenible”.
Actualmente, se están probando dispositivos de recolección robotizada, así como tecnologías de detección que permiten monitorizar el crecimiento de las plantas o la calidad del suelo y mantener los cultivos de forma más eficiente.
Es posible percibir precozmente la presencia de plagas y enfermedades. En la agricultura del futuro, estas tecnologías podrían actuar con especificidad y precisión, sin recurrir al uso indiscriminado de plaguicidas.
Aunque algunas de estas tecnologías ya existen, la mayoría se encuentra en etapa de investigación.
La ingeniería genética como una aliada
Los avances tecnológicos pueden llegar mucho más allá de la robótica, la automatización, los sensores o la capacidad de predicción y análisis de la inteligencia artificial. En cierto modo, el uso de organismos transgénicos ya ha comenzado a revolucionar la agricultura, aunque no siempre en la dirección deseable.
Las ventajas de la biotecnología son abundantes, y nos permiten desarrollar plantas más productivas, capaces de producir alimentos enriquecidos, e incluso de sobrevivir en situaciones adversas donde otras plantas fallan.
Lamentablemente, algunas empresas han empleado esta tecnología en su propio beneficio, que sumado a políticas injustamente restrictivas, han relegado a la práctica desaparición a buena parte de la investigación pública en este campo.
Pero tomar una posición en contra de la transgénesis, amparándose en el lucro exagerado de las grandes empresas, es como posicionarse contra la informática amparándose en el monopolio de Microsoft y Apple, e ignorar las ventajas actuales y potenciales, que puede brindar la tecnología.
La ingeniería genética, como la transgénesis o la edición CRISPR, si se legisla adecuadamente, puede suponer una revolución agrícola.
El siguiente paso en esta revolución viene dada por la tecnología CRISPR. La agricultura del futuro, o al menos de un futuro óptimo, incluye la edición génica en su catálogo. En general, es poco probable que la mejora tradicional alcance para satisfacer una demanda cada vez mayor de alimento, con un escenario de cambio climático como el que predicen los modelos climáticos, y la transgénesis, aunque prometedora, es limitada.
En este sentido, CRISPR podría llegar a superar esas limitaciones y acelerar la mejora genética de las plantas de una forma que aún no podemos llegar a vislumbrar. Pero para poder aprovechar todos sus potenciales beneficios y conseguir una buena agricultura del futuro será necesaria aún mucha más investigación que resuelva sus incertidumbres técnicas y una regulación legal acorde, que considere el uso de CRISPR como un nuevo método de reproducción, capaz de producir resultados deseados de forma más predecible que los métodos convencionales, mucho más rápida y, probablemente, más barata.
Manteniendo siempre el foco, por supuesto, en la problemática de futuro, en ese cambio global que se acerca, que de algún modo ya está actuando. Sabiendo que la dirección a tomar es ese desacoplamiento absoluto, global, permanente, rápido, y sobre todo, real.
Ese que realmente fomente la sostenibilidad en una sociedad que, finalmente, reconozca que no es posible un crecimiento infinito cuando los recursos son finitos.
El mundo está cambiando, probablemente de forma irreversible, y lo estamos cambiando entre todos.
La agricultura ha sido una actividad esencial desde que hace milenios las sociedades humanas abandonaron el nomadismo y comenzaron a asentarse en comunidades cada vez más grandes. En un mundo cambiante como el nuestro, no es fácil prever cómo sucederán las cosas, dependerá de lo que hagamos en los próximos años o décadas.
Cualquier futuro de la humanidad tendrá que mantener la actividad agrícola de un modo u otro, puesto que es la principal fuente de alimentación. En este sentido, no podemos saber cómo será la agricultura del futuro, pero podemos tratar de entender qué dificultades tendrá que soportar, y de qué manera se podrán solventar.
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