Por Muy Interesante
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En el universo todo es enorme. Incluso nuestro minúsculo Sistema Solar es inconcebiblemente grande. Por eso no nos queda más remedio que acudir a comparaciones que, como todas ellas, son odiosas.
El divulgador Robert Jastrow propuso hace años la siguiente: si el Sol fuera una naranja, la Tierra sería un grano de arena situado a nueve metros de distancia, Júpiter estaría una manzana urbana más allá y tendría el tamaño de un hueso de cereza, y otra manzana más allá otro hueso representando a Saturno. Y a tres mil kilómetros otra naranja, la estrella más cercana al Sol, Próxima Centauri.
El tamaño de la Vía Láctea
Otro divulgador, Chet Raymo, propone el siguiente ejercicio para hacernos una idea del tamaño y dimensiones de nuestra galaxia, la Vía Láctea. Supongamos que un diminuto grano de sal es una estrella. Entonces, los distintos granos de sal que representan el resto de las estrellas deberían estar separados del orden de una decenas de metros unos de otros.
Así que para hacer un plano a esta escala de nuestra galaxia, la Vía Láctea, necesitaríamos unos 10 000 paquetes de sal con sus granos desperdigados en un círculo mucho mayor que la sección ecuatorial de la Tierra.
Así que no es raro sentirnos confundidos o abrumados cuando nos dicen que el tamaño del universo visible es de 14 mil millones de años-luz de tamaño o que nuestra Galaxia tiene un diámetro de 130 000 años-luz. La razón es bien simple: no somos conscientes de lo que significan esas distancias. Sabemos que eso es mucho, pero somos incapaces de estimar cuánto es ese mucho. Así que volvamos a una nueva analogía.
Contar kilómetros
Imaginemos que somos capaces de contar así, 1,2,3,4... a una velocidad de cinco números por segundo. Una buena velocidad sobre todo si tenemos en cuenta cuando nos toquen números como 1 234 564. Pues bien, si no comemos, no dormimos, no vamos al baño, si sólo nos dedicamos a contar los 365 días del año, las 24 horas del día, los 3 600 segundos de cada hora, tardaríamos en llegar a la cifra un billón 6 000 años. O lo que es lo mismo. Si hubiéramos empezado a contar cuando inventamos la escritura, hace unos seis mil años, ahora estaríamos llegando a la cifra un billón. Y la estrella más cercana se encuentra a más de 36 billones de kilómetros.
Con esto podemos darnos cuenta que el kilómetro no es una buena medida de distancia en el universo. Para ello en astronomía se emplea el año-luz, que es la distancia que viaja la luz en un año y corresponde a casi 9 billones y medio de kilómetros. Eso significa que el tamaño de nuestra galaxia es de más de un trillón de kilómetros.
Lo mismo ocurre con el tiempo. Comparado con la duración de una vida humana, la vida de los diferentes objetos celestes es casi eterna. Nuestro universo existe desde hace poco menos de 14 000 millones de años, nuestra galaxia desde hace 8 000 millones y el Sistema Solar desde hace 6 000 millones. Como en las listas de las mayores fortunas del mundo publicadas por la revista Forbes, en el universo pocas cosas hay que bajen de los mil millones.
La rapidez de la luz y la vastedad del universo
Si reflexionamos sólo un poquito nos daremos cuenta, además, de un detalle que difícilmente se nos puede escapar: si las distancias que nos separan de otras estrellas y galaxias son tan enormes, y nosotros las vemos gracias a que recibimos su luz, que viaja a una velocidad de 300 000 km/s, eso quiere decir que las estamos viendo no como son ahora sino como lo eran en un pasado.
Por ejemplo, si una estrella está a ocho años-luz, eso quiere decir que su luz tarda en llegar a nosotros ocho años, luego la estamos viendo tal y como era hace ocho años. De este modo, si nuestro Sol se apagara en este mismo instante, en la Tierra tardaríamos en enterarnos ocho minutos, que es el tiempo que tarda la luz en llegar aquí. O si, como ocurre en algunas galaxias, el centro de nuestra Vía Láctea estallase, tardaríamos 27 000 años en darnos cuenta. Podríamos vivir tranquilos en nuestra ignorancia del terrible cataclismo porque, en cuanto llegase la onda expansiva a la Tierra, barrería la atmósfera de un plumazo. Pero, claro, también puede ocurrir que el centro de nuestra galaxia haya explotado hace 27 000 años...
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