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En 2007 se realizó una votación mundial para elegir los monumentos más espectaculares del planeta.


Imagen / Pexels / Porapak Apichodilok

Desde tiempos antiguos, la humanidad ha buscado reunir la grandeza de su ingenio y espíritu en listas de monumentos excepcionales. Las siete maravillas del mundo antiguo, elegidas por los helenísticos, celebraban logros que eran, en esencia, superlativos de la creatividad humana. Sin embargo, excepto por la Gran Pirámide de Giza, todas las demás se perdieron en las arenas del tiempo. En 2007, el deseo de conectar con esta tradición milenaria resurgió de manera moderna: la New Open World Corporation lanzó un concurso global que permitió a millones de personas votar por las nuevas siete maravillas del mundo moderno, reflejando no solo admiración por el pasado, sino una visión hacia el futuro compartido globalmente.


¿Quién decide las maravillas del mundo?

La iniciativa para elegir las nuevas siete maravillas del mundo moderno fue concebida por el aventurero y cineasta suizo Bernard Weber, fundador de la New Open World Corporation. Inspirado en la idea de revivir el espíritu de las antiguas maravillas mediante una perspectiva global y democrática, Weber propuso que la gente de todo el mundo votara por sus favoritos a través de Internet y SMS.

El proyecto capturó la imaginación de millones, con más de 100 millones de votos provenientes de todos los rincones del planeta. Sin embargo, no estuvo exento de críticas; algunos expertos y gobiernos cuestionaron la validez del proceso de votación y su enfoque comercial. A pesar de esto, la votación generó un interés público masivo y un diálogo global sobre la importancia cultural y el legado de los monumentos históricos.


Las siete maravillas del mundo moderno

Petra, Jordania. Oculta entre desfiladeros y montañas, Petra, conocida también como la ciudad de piedra, fue capital del reino nabateo desde el siglo VI a.C. hasta el siglo I d.C. Famosa por sus impresionantes fachadas talladas directamente en la roca rosada del desierto, Petra es un testimonio de la ingeniería hidráulica avanzada de los nabateos, y de su maestría en la talla de la piedra. Esta antigua ciudad fue redescubierta para el mundo moderno en 1812 por el explorador suizo Johann Ludwig Burckhardt y desde entonces ha capturado la imaginación de viajeros y académicos por igual.

Taj Mahal, India. En Agra, el Taj Mahal se erige como un monumento al amor eterno. Construido por el emperador mogol Shah Jahan en memoria de su esposa favorita, Mumtaz Mahal, esta estructura es un magnífico ejemplo del arte mogol en India. Completado en 1653 después de más de 20 años de trabajo, el Taj Mahal combina elementos arquitectónicos islámicos, persas, otomanos e indios, destacando por su simétrica belleza y los intrincados trabajos en mármol incrustado que adornan sus paredes.

Machu Picchu, Perú. Situado en las alturas de los Andes, Machu Picchu es a menudo llamado "la ciudad perdida de los Incas". Redescubierto en 1911 por el explorador Hiram Bingham, este sitio arqueológico fue, en realidad, conocido por los lugareños mucho antes de su fama internacional. Construida en el siglo XV, Machu Picchu despierta admiración por su sofisticada técnica de construcción con piedras que encajan perfectamente sin el uso de mortero, y su diseño arquitectónico que se integra armoniosamente con su entorno natural.

Chichén Itzá, México. Este centro ceremonial fue uno de los más grandes del Imperio maya, y hoy en día es especialmente famoso por la pirámide de Kukulkán, o "El Castillo". Este templo sirve como testimonio del avanzado entendimiento astronómico maya, evidenciado en fenómenos como el descenso de la "serpiente" de luz durante los equinoccios, creado por la sombra proyectada por la terraza del templo.

El Coliseo, Roma. El Anfiteatro Flavio, también conocido como el Coliseo, fue construido en el siglo I y es uno de los mayores logros arquitectónicos de la antigua Roma. Diseñado para albergar hasta 80 000 espectadores, este colosal edificio era el escenario de luchas de gladiadores y otros espectáculos públicos. Su diseño, con una serie de arcos y bóvedas, ha influido en la arquitectura de estadios modernos por su funcionalidad y belleza.

La Gran Muralla China. Extendida durante más de 20 000 kilómetros, la Gran Muralla fue construida entre el siglo V a.C. y el XVI para proteger las fronteras del Imperio chino de las invasiones de los nómadas del norte. Esta monumental obra es un testimonio del poder y la persistencia de la civilización china a lo largo de las dinastías, representando uno de los proyectos de ingeniería más ambiciosos de la historia.

Cristo Redentor, Río de Janeiro. Dominando el horizonte de Río de Janeiro, el Cristo Redentor es más que una imponente estatua de Jesucristo; es un símbolo de paz y bienvenida. Inaugurada en 1931, esta estatua de 30 metros de altura se alza en la cima del monte Corcovado, abrazando la ciudad con sus brazos extendidos. Su construcción fue un tour de force de colaboración internacional y es hoy en día un icono cultural y religioso de Brasil.
 

El impacto en la cultura y el turismo

La designación como una de las siete maravillas del mundo moderno ha transformado significativamente el turismo y la economía de las localidades donde se encuentran estos monumentos. Esta aclamación global aumenta el flujo de turistas y eleva el perfil internacional de la región, atrayendo más inversiones y mejorando las infraestructuras locales. Por ejemplo, sitios como Machu Picchu y Petra han visto un incremento exponencial en visitantes, lo cual, a su vez, ha potenciado la economía local mediante la creación de empleos y el fomento de negocios relacionados con el turismo.

La percepción de estas maravillas como tesoros culturales refuerza el interés y la conservación, asegurando su preservación para futuras generaciones.

En la era moderna, el término "maravilla" trasciende la mera magnificencia arquitectónica para incorporar valores de entendimiento intercultural y sostenibilidad. Las siete maravillas del mundo moderno no solo son monumentos para admirar, sino también símbolos de nuestra capacidad colectiva para respetar y preservar el legado cultural de diversas civilizaciones.

Mientras avanzamos, es crucial que nuestra admiración vaya acompañada de esfuerzos conscientes para proteger estos sitios contra las amenazas del turismo masivo y el cambio climático, asegurando que estas maravillas continúen inspirando asombro y aprendizaje en generaciones futuras.

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