Por El Estrategos
Imagen / Pexels / Tirachard Kumtanom
Sin algún tipo de motivación no se hace nada en esta vida. Es así de sencillo. El carácter de la existencia siempre concluirá por ser una consecuencia de las motivaciones que cada quién haya tenido en la efímera experiencia que plantea la estadía sobre esta tierra.
Ahora bien, la motivación puede emerger de factores externos a uno mismo o puede ser un estado interno. En el primer caso es un “bien que se alquila” a cierto costo y en el segundo un patrimonio íntimo y de incomparable valor.
El costo de “alquilar motivación”, es decir, poseerla como efecto de factores exógenos, se manifiesta en frustración y desencanto. A medida que el tiempo pasa y la experiencia se repite, éste costo destruye la esperanza y produce infelicidad crónica. La dependencia desgasta y anula todo acto propositivo.
“Comprar motivación”, por otra parte, involucra tenerla como un elemento del mundo interior. Volverla parte del ser y el actuar de cada uno. Esto no está necesariamente relacionado a la “automotivación”, porque ella de todas maneras echa raíces en factores exógenos, es más bien un claro sentido de propósito y significado de la vida de uno mismo.
La elección parece sencilla: o bien se encuentra significado y propósito en uno mismo o se lo busca en el exterior. Si sucede esto último y son factores exógenos los que condicionan el bienestar y la felicidad propia, hay evidente dependencia.
El ser humano es ciertamente un ser social, esta es parte de su naturaleza. Pero si la interacción con los demás no parte de la sólida construcción de una identidad propia, entonces la participación se sustituye por subordinación.
Un agregado social de éste tipo, compuesto por “pastores y ovejas”, no genera ningún beneficio en el tiempo. Esto pasa cuando las personas “alquilan su motivación”. Se convierten en seres condicionados por las determinaciones externas.
Hay una razón simple para no depender de factores externos en la propia motivación: ¡nunca se tiene control sobre lo que pasa afuera!, bien se trate de personas o eventos. Se puede intentar controlar estas variables, pero existen márgenes muy estrechos para lograrlo.
Hay personas que gastan valiosa energía tratando de dominar su entorno, pero nunca tendrán el éxito que esperan. Es sencillamente imposible.
Los filósofos estoicos dividían los fenómenos entre aquellos sobre los que no se tenía ningún control, otros sobre los que existía control parcial y finalmente los que se podían controlar por completo. Los primeros no deberían ameritar preocupación alguna, los segundos precisan aplicación y sobre los últimos debe establecerse soberanía.
Así como es sabio sostener que si no hay solución para algo, entonces no hay problema, así también es lógico que no se pueda condicionar la motivación propia al comportamiento arbitrario de elementos exógenos.
Ahora bien, es fácil plantearlo pero extremadamente difícil volverlo realidad.
Asumir que uno pueda ser esencialmente impasible a los condicionamientos externos es casi utópico. Sin embargo hay un camino práctico (y estratégico) para trabajar esto: invertir toda la energía posible para alcanzar, eventualmente, el estado deseado.
Vea usted, el asunto es simple: si se dedica ésa energía invertida en controlar factores exógenos o superar frustraciones, en el descubrimiento y construcción del mundo interior, el resultado final cambia de signo.
La tarea puede durar toda la vida, pero siempre será un esfuerzo de construcción y no un acto destructivo. Puede concluir sus días sin haber alcanzado maestría sobre su mundo interior, pero habrá experimentado jornadas de independencia y no de subordinación.
Nadie dice que el afán de “comprar” la propia motivación y no depender de otros se consiga en algún momento, pero siempre será una inversión en lo propio y no en lo ajeno.
Por otra parte, la caminata para llegar a ser “dueño de sí mismo”, se basa en un sencillo imperativo moral: usted solo está obligado a su mejor versión, ¡nada más! En esto no aplican las comparaciones.
La única motivación sostenible es aquella que lo conduce a superarse a usted mismo, a ser cada día un poco mejor. Esto es lo que debe motivarlo. Así se “compra la motivación” y se deja de “alquilarla”.
En tanto no se retire inteligentemente de ésa justa de Egos que domina el mundo, no encontrará paz y felicidad. Concluirá siempre en desventaja respecto a algo o alguien. Es una pelea perdida. Es gracioso el nivel de convocatoria que esta justa tiene, porque a pesar de ser una contienda en la que no se puede ganar, recibe siempre un número enorme de participantes.
El Ego conduce a comparaciones, “alquila motivación”, busca sometimiento y termina en subordinación.
YO soy, YO lo merezco, YO no puedo permitirlo, YO lo he ganado. ¡Siempre YO! Ésa es la justa de Egos. Comparación y competencia permanente con los demás. Una contienda sin sentido ni perspectiva.
La comparación y la competencia deben llevarse a efecto en el mundo interior.
¿Es usted una mejor persona de la que ocupó este mundo el día de ayer? ¿Puede efectivamente superar sus estándares, cualesquiera que estos fuesen?
Éstas son las contiendas que se deben procesar, porque son las únicas que tienen valor y en las que se puede vencer. Un mejor SER y un mejor HACER cada día. Listo.
Como consecuencia de esta lógica elemental, todo lo demás cae agregado, especialmente el mundo externo. Porque quién se ha conquistado a sí mismo, se convierte en un emperador del universo, y nada se halla fuera de su alcance. ¡Tal cual!
La realidad es completamente neutra, y cada quién la califica de acuerdo al lente que posee. Y para el que ha conquistado su mundo interior, ése lente se ajusta a su medida y no a la de nadie más.
Los estoicos recomendaban sustituir cualquier propósito relacionado con el mundo exterior por el objetivo de hacer el mejor esfuerzo para conseguirlo. La meta es el mejor desempeño y no un objetivo en particular.
Si se trata de ganar una competencia deportiva (en la que se puede perder de todas maneras), la motivación debe ser “tener el mejor rendimiento posible y hacer el mayor esfuerzo”. Si esto se cumple y se gana la competencia, perfecto. Y si no se gana la justa, en todo caso no hay pérdida, porque se ha cumplido con el objetivo de ser la mejor versión de uno mismo.
La sabiduría oriental, por otra parte, plantea esta simple encrucijada: “no se puede tener control sobre lo que sucede en el exterior, pero sí se puede alcanzar dominio sobre el mundo interno, luego, ¿qué camino es más inteligente transitar?”
El sufrimiento, manifestado en permanente frustración y desencanto, es producto cierto de quienes buscan estímulo en cosas que suceden afuera. ¡No se engañe! Éste es el mismo camino que transita un adicto. En tanto no hay la sustancia que sostiene el estado, no hay tranquilidad ni paz. Y en cuanto existe la sustancia, siempre es necesaria más. A ello se circunscribe el circuito vicioso.
Quienes “compran motivación” y la hacen parte de su mundo interior, posiblemente mueren sin completar el pago, pero no abandonan esta vida en deuda con ellos mismos. Y esto es posiblemente lo más valioso que se puede hacer en esta corta aventura sobre la tierra.
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