Por El Strategos
Imagen / Pexels / Tima Miroshnichenko
Es más. ¡Puede ganar mucho dinero sin invertir dinero! Esta afirmación no es publicidad barata. Es una de las verdades más grandes que existe en el universo. El dinero no califica de ninguna manera a un inversionista, sus actos son los que lo hacen. Invertir es un verbo, no un estado.
Aunque es una afirmación trillada, vale la pena recordarla: la fortuna financiera es un resultado, no un objetivo. La plata se cosecha como efecto de hacer algo. No existe nada parecido al acto de “hacer dinero”.
La falta de entendimiento de esta lógica elemental, produce millones de personas frustradas y amargadas. Seres que se vuelven acreedores de la vida y todas sus potencialidades.
Plantearse el dinero como objetivo no solo es natural y legítimo, también es una medida inteligente. Finalmente es un recurso de enorme importancia para desenvolverse con eficacia y comodidad en este mundo.
Inversionista no es quién tiene dinero, más bien quién no lo tiene pero desea obtenerlo.
¿Parece contra-intuitivo? ¡Pues no lo es, en absoluto! Las inversiones siempre se hacen en el proceso, no en el resultado. Nada invierte el atleta una vez que ha ganado la competencia, en realidad empeña todo esfuerzo y recurso para vencer la justa.
La semilla antecede al árbol, aunque luego éste mismo produzca más semillas.
La lógica de invertir tiene raíz en un acto que ha permitido todo el desarrollo de la humanidad: el sacrificio.
La definición básica de éste es: “esfuerzo, pena, acción o trabajo que alguien se impone a sí mismo para conseguir o merecer algo o para beneficiar a alguien”. El “merecimiento” es siempre una consecuencia del trabajo.
Si se quiere ser el mejor alumno o profesional del grupo, se debe marginar lo que no conduzca a dicho fin. Invertir tiempo en el estudio involucra sacrificar tiempo de ocio o diversión. Destinar esfuerzos para convertirse en el profesional destacado, representa sacrificar recursos que pudieran destinarse a los amigos o la familia.
¡No hay mucho misterio en esto!
El “sacrificio” es el motor de todas las actividades humanas. Y si no se entiende su lógica y poder, pocas cosas de valor pueden hacerse. En este sentido la vida es un proceso de “suma cero”, lo que se adiciona en algo se resta de otra cosa.
Los conceptos de inversión y sacrificio son hermanos gemelos. Si se invierte energía en algo, se la sacrifica para otro destino.
¿Cuáles son, en este sentido, los recursos de un inversionista?
Pues, ¡todos los que tenga a su disposición! Siempre hay algo que puede “sacrificarse” para obtener otra cosa.
De hecho, lo primero y más importante que puede invertirse es la propia vida. Ella está a disposición de todos, y es seguramente el activo más valioso que hay. Cuando se invierte la vida con un propósito específico, y se sacrifica en el empeño lo que corresponde, se halla lo que se busca.
Ahora bien, ¿cuántos pueden decir que están invirtiendo adecuadamente su vida? Posiblemente tengan claro lo que quieren, pero abordan el sacrificio con la lógica del menor esfuerzo y minimizan las “incomodidades”.
Es simple. Si quiere hacer algo específico de su vida, hay muchas otras cosas que deberá desestimar. Nada gratis hay en la existencia. Todo responde al hecho de honrar los costos y “sacrificarse”.
Quienes tienen aprecio por el objetivo de ganar dinero, pueden invertir muchos aspectos de su vida en ello. Y si lo hacen bien y pagan los costes correspondientes, lo obtendrán. Por otra parte, si el dinero no es el objetivo principal, entonces tendrán que sacrificar algo de éste para obtener lo que quieren.
El buen inversionista tiene primero claro lo que está dispuesto a sacrificar para alcanzar sus metas. El dinero no es ningún tipo de medio para eso.
Tiempo y energía.
Invertir tiempo es una ruta corta y efectiva para ganar dinero.
El tiempo es un activo muy valioso. Y si se lo sacrifica en el empeño, siempre honra los propósitos. Ahora bien, el inversionista sagaz no sacrifica su tiempo por poco dinero, ¡no tiene sentido! Nada bueno hace quién hipoteca su vida (que precisamente es tiempo), por unas monedas.
Muchos sistemas de trabajo llevan precisamente a ése punto: grandes sacrificios de tiempo por poco dinero. La lógica del empleo convencional es una muestra de ello. Inversiones diarias de 8 horas o más a cambio de un estipendio mensual. Este es un sinsentido casi existencial.
Gran número de personas lo hacen sin apenas darse cuenta. Y cuando se les hace reparar en ello exponen un conjunto interminable de “buenos argumentos”. Entre otros, la “imposibilidad” de hacer algo diferente, el riesgo o la falta de oportunidades, las inequidades del sistema, etc. Pero la verdad es más simple: poco evalúan la necesidad de sacrificar cierta comodidad, estabilidad y seguridad de corto plazo para darle mayor valor a su inversión.
Quién invierte su tiempo por dinero debe ser sanamente ambicioso en el emprendimiento. Esto representa “sacrificar” las pequeñas cantidades de dinero que otorga el corto plazo, por mayores rendimientos en el futuro. Hay que sacrificar monedas, para conseguir billetes. ¡No es fácil!, especialmente si se ha construido un sustento de vida que se fundamenta en las monedas.
No hay juicios morales en esto. Cada quién define lo que quiere. El inversionista que dispone su tiempo por dinero, puede obtener más o menos de éste, todo depende del sacrificio que interponga.
Por otra parte, hay que tomar cuidado de lo que representa la dispensación de energía. Porque si por una parte el tiempo no se recupera, la energía se agota. En realidad, es la energía la que determina la calidad del tiempo que se usa.
El inversionista que invierte tiempo para obtener dinero, debe enfocar su energía en el proceso de manera inteligente. Siempre puede sobrar tiempo en cuanto la energía se ha agotado. Por esto es importante el enfoque. Mientras se sacrifique energía en periodos cortos de tiempo, tanto mejor, especialmente si el objetivo es dinero.
Inversionistas de tiempo por dinero deben cuidar su energía, evitando destinarla a otras cosas cuando se encuentran en el empeño. Por esto es vital medir bien la evolución de los resultados y saber aceptar las pérdidas cuando sea razonable. ¡Mucho cuidado con la perseverancia!, porque cuando está mal entendida solo consume valiosa energía.
Inversión de ideas, conocimientos y otros.
El dinero es un bien fungible, las ideas son un activo. Hay más dinero disponible en este mundo que buenas ideas o conocimientos sobre los que pueda ser aplicado. En este sentido, las ideas y conocimientos son recursos valiosos para obtener dinero.
Pero aquí aplica lo mismo que en el caso anterior: en tanto más dinero se quiera obtener por ideas o conocimientos, tanto más dinero debe sacrificarse en el corto plazo.
Es razonable suponer que las ideas tienen correlación con las escasas personas creativas y con imaginación en este mundo, pero no todas ellas entienden la mecánica de inversión que se viene tratando. Por otra parte, el conocimiento está al acceso de todos, sea cual fuese el campo que abarque.
No es que estos recursos sean inexistentes, se trata, como en los casos anteriores, de la disposición para desarrollarlos (sacrificando otras cosas), y la inteligencia para invertirlos en el afán de conseguir dinero.
Inversionistas fundamentados en talentos, aptitudes, dones, destrezas especiales, etc.
Cada ser humano es único, incomparable y distinguido. No hay uno que no destaque en algo con relación a los demás. Y ello es, por supuesto, móvil idóneo para invertir en busca de dinero.
La pregunta es, ¿cuántos orientan su vida basados en estos aspectos?
Lo cierto es que condicionamientos atávicos de educación familiar y social desarrollan una “mentalidad de manada” de la que pocos escapan. Y por esto hay tantos individuos que se consideran sinceramente incapaces de levantar la cabeza y sobresalir sobre los demás.
La mayoría está acostumbrada (ésa es la palabra apropiada), a pensar que solo el dinero puede producir más dinero. Y como esto no es una norma, entonces resulta cómodo aceptar los sinos del destino.
La comodidad es siempre la antítesis del sacrificio.
Un apunte final.
Nada de esto es nuevo. Desde los inicios de la humanidad está planteado el carácter de las inversiones y los sacrificios.
Las escrituras más antiguas tratan el tema incluso como un imperativo. La historia bíblica de Caín y Abel es una muestra. En ella Dios reconoce favorablemente una ofrenda (la de Abel) y desprecia otra (la de Caín). La primera corresponde con el sentido intrínseco del sacrificio y la segunda con la comodidad.
Porque en tanto más valioso sea el sacrificio, tanto mejor el resultado. Hay proporciones cualitativas y también cuantitativas en esto. La historia dice que Abel sacrificó las mejores piezas de su ganado en tanto su hermano aplicó el menor esfuerzo y costo. Luego acontece el resto: un hermano mata al otro por envidia y venganza.
Así son las cosas desde siempre. En lugar de entender el valor del sacrificio que algunos hacen para conseguir lo que desean, se enarbola crítica y juicio sobre el exitoso.
Por último, es obvio que el calificativo también le corresponde al inversionista que dispone de dinero para ganar más dinero. Pero en ello hay más de mecánica que de sentido profundo. El dinero es un recurso que puede reproducirse, pero a este punto generalmente solo llegan los que primero han entendido todo lo anterior.
Invierta bien su vida y tendrá todos los beneficios que la existencia promete. Posiblemente esta es la mejor máxima de rentabilidad que hay sobre la tierra.
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