Por Muy Interesante
Imagen / Pexels / muhannad alatawi
Convivir con perros aporta diversos beneficios a la salud humana, pero con matices: no son universales ni automáticos, sino que dependen del vínculo establecido entre humano y perro.
Perros y salud, un interés popular. Nuestra cultura está plagada de ideas que relacionan a los animales de compañía con la salud humana. El perro fue el primer animal domesticado, por lo que ha tenido tiempo de sobra (al menos quince mil años) para encontrar su papel dentro de las distintas sociedades alrededor del globo. El interés por conocer los efectos de los perros sobre nuestro bienestar trascendió hace mucho el saber popular, siendo un objeto de estudio que preocupa a profesionales de la psicología, la terapia ocupacional o la medicina, por citar algunos ejemplos. Pero ¿qué hay de cierto en esta idea?
Historia de una conexión
A lo largo de los últimos milenios, humanos y canes no solo han coexistido, sino que han formado una relación simbiótica. Al inicio, el perro aportó sus habilidades para la caza y la protección mientras la parte humana ofreció mayor seguridad en el acceso a alimentos y cobijo. Esta colaboración permitió mejorar las probabilidades de supervivencia de todos los implicados (y sus descendientes).
Sin embargo, las necesidades en la Edad de Piedra y las actuales sociedades industrializadas son muy diferentes, por lo que esta explicación parece insuficiente para entender cómo el perro llega a nuestros días.
Las habilidades de los perros siguieron siendo útiles al conquistar la agricultura y ganadería (por ejemplo, añadiendo la guarda y el pastoreo a sus funciones) pero el concepto de mascota, de animal que convive en el hogar sin más rol que el de proveer compañía, es muy reciente. Diversos investigadores señalan la Edad Media como inicio del boom de los animales de compañía, coincidiendo con la migración masiva de población de entornos rurales a urbanos.
Este cambio resulta interesante porque, por primera vez, un porcentaje relevante de la población dedicó recursos como comida o agua a mantener animales no destinados a producir bienes relacionados con la supervivencia.
A lo largo de este proceso de cambio, los perros mutaron mediante selección artificial: dado que su cometido pasó a estar centrado en la compañía, su capacidad para interactuar y sincronizarse con humanos se vio privilegiada.
No es raro, por lo tanto, que los actuales perros nos parezcan excelentes compañeros, ya que han sido elegidos con ese cometido.
Interés científico
Analizar los beneficios de la convivencia con perros supone un reto atrayente para muchos investigadores. Al aparente sinsentido evolutivo (sumar bocas que alimentar a la familia sin obtener ganancia aparente) se contraponen innumerables historias, anécdotas y mitos sobre las bondades del vínculo perro-humano. De hecho, la corriente de opinión sobre estos posibles beneficios es tan positiva que los investigadores rara vez encuentran problema en convencer de su existencia sino, más bien, en lo contrario.
Determinar los límites de estos beneficios, las condiciones que lo propician o lo disminuyen, y los mecanismos que permiten explicar estos efectos desde una óptica alejada de creencias mágicas son retos actuales para la comunidad científica.
Dado que muchas personas de nuestro entorno tienen experiencia conviviendo con perros, el conocimiento obtenido puede ser relevante para gran parte de la población. Sin embargo, investigar sobre relaciones de larga duración es complejo y rara vez arroja una lectura sencilla: al igual que resulta poco realista decir que los amigos o la familia siempre son fuente de bienestar, en todos los casos y para todas las personas, nuestra relación con los perros también debe tener matices.
A continuación se revisan algunos beneficios físicos, psicológicos y sociales de la convivencia con perros, poniendo especial atención a las posibles explicaciones que se manejan actualmente.
El impacto de los perros en la salud física
En la década de 1980, una serie de estudios desarrollados en Estados Unidos apuntaron un hallazgo sorprendente. Al cabo de un año, la supervivencia entre pacientes infartados fue superior para las personas que convivieron con animales de compañía que para aquellos que no lo hicieron.
Lógicamente, estos datos saltaron a la prensa generalista, contenta de poder dar una recomendación de salud más atractiva que un cambio de dieta. Pasadas unas décadas, estos resultados han sido matizados, pero aún se consideran vigentes.
Pero ¿cómo puede la convivencia afectar a la salud cardiovascular? Dos hipótesis ayudan a entender los resultados. Una primera explicación apunta que las personas que conviven con perros suelen tener unas rutinas de cuidado que incluyen el paseo diario, que es una actividad saludable de baja intensidad recomendada por las organizaciones médicas. Es lo que se considera un efecto indirecto: el perro no cambia el nivel de salud, pero sí ayuda a reducir el sedentarismo, que es un precursor de problemas circulatorios.
Una segunda explicación se asienta sobre el mecanismo de condicionamiento clásico. Los perros son animales domésticos y el domicilio suele estar asociado al descanso (o, al menos, a un nivel de tranquilidad mayor que otros contextos). Las respuestas de nuestro cuerpo ante esta situación quedan asociadas a todos los elementos presentes, con el perro entre ellos. De un modo simplificado, el contacto con tu perro provoca reacciones automáticas parecidas a las de estar en casa.
Este mecanismo explicativo es muy utilizado en las ciencias del comportamiento y tiene un fuerte apoyo empírico.
La investigación demuestra un descenso objetivo de diversos marcadores de estrés, incluyendo una menor presión arterial y una menor presencia de hormonas asociadas a la ansiedad, si bien estos efectos tienen una duración muy limitada.
Por lo tanto, los efectos de la convivencia sobre la salud física pueden ser entendidos mediante mecanismos directos e indirectos científicamente comprobados. Sin embargo, la investigación muestra que los beneficios no se derivan de la simple presencia del perro en el hogar, sino que depende en gran medida de la intensidad de la relación establecida y del compromiso con las conductas de salud como pasear o jugar con el animal.
Bienestar psicológico y convivencia
Los efectos de la convivencia con perros en el bienestar percibido son, probablemente, los más conocidos por el público general. Elementos como la mejora del estado de ánimo, una sensación de mayor seguridad o el combate contra la soledad tienen un gran protagonismo en medios de comunicación. Sin embargo, la investigación no arroja resultados tan simples.
En una primera lectura, la literatura científica parece mostrar un impacto claramente positivo de convivir con perros en el bienestar psicológico, incluso en población que presenta algún problema de salud relevante. Por ejemplo, las personas aquejadas de dolor crónico suelen comentar menor experiencia de dolor cuando viven con perros, y existen numerosos estudios que detallan mejoras en el estado de ánimo, incluyendo una disminución de síntomas ansioso-depresivos, en colectivos como las personas mayores que viven en centros residenciales.
Estos resultados pueden ser explicados mediante mecanismos como el condicionamiento clásico (ya comentado anteriormente) o el rol de los perros como distractores (el dolor es una experiencia consciente, y empeora cuanto más te concentras en ella).
Sin embargo, los estudios que comparan el nivel de bienestar psicológico de personas que conviven y que no conviven con perros señalan más parecidos que diferencias. Incluso en estudios realizados a través de los periodos de cuarentena por la COVID-19, donde pasear al perro era una de las pocas razones para salir legalmente de casa, las diferencias han resultado ser pequeñas.
En otras palabras, las personas que viven con estos animales no parecen ser más felices, ni tener menos dificultades, que aquellas que no lo hacen. Estos resultados pueden parecer poco coherentes con la experiencia personal de quienes comparten su vida con perros, por lo que merecen ser discutidos.
Animales de compañía y relaciones sociales
Los perros son considerados como parte de la familia con cada vez mayor frecuencia, y eso se refleja en varios aspectos.
Por ejemplo, la investigación muestra que los perros son un apoyo muy relevante para muchas familias. Diversos estudios muestran que la evacuación en caso de desastre natural o la salida a centros de acogida en casos de maltrato de género se ven dificultados cuando las autoridades no disponen recursos para acoger a los animales de compañía, lo que da idea de la importancia de incluir la evaluación del vínculo entre humanos y perros en servicios y políticas sociales. Por otra parte, algunos estudios señalan que muchas personas que conviven con perros toman sus reacciones en cuenta al decidir si entablar una relación sentimental. Si no eres capaz de entenderte con su perro, ¡quizás lo vuestro no funcione!
En general, la investigación señala que los perros pueden ayudar a aumentar el confort en contextos sociales desconocidos, tanto del ámbito personal como profesional o escolar. Nuevamente, estos efectos pueden ser explicados a través de varios mecanismos. Además de ayudar a paliar la ansiedad que estas situaciones pueden generar, la compañía del perro puede representar un elemento distractor importante (acariciar o hablar sobre el perro ofrece una vía sencilla para romper el hielo con desconocidos).
La investigación también señala que la apariencia del perro puede afectar a la probabilidad de entablar contacto social: así, mientras que las personas acompañadas por perros de aspecto fiero suelen recibir menos interacciones espontáneas, las personas acompañadas por perros como golden retrievers o labradores ven multiplicadas sus opciones de interacción (un dato muy relevante para las personas acompañadas de perros de asistencia, como son los perros guía). Este resultado debe ser matizado en función del contexto cultural: las razas o fenotipos que repelen o facilitan la interacción dependen de cómo suelen presentarse en cine o televisión, más que del perro en sí. Es importante no fomentar prejuicios contra ninguna raza de perro.
Integrando la información disponible
En conjunto, la literatura científica apoya la existencia de beneficios derivados de la convivencia, aunque parece que estos no son tan simples y directos como cabría pensar en principio. Quizás el problema radique en intentar entender los beneficios como universales, como si los perros fueran «píldoras» o «medicamentos» capaces de provocar cambios con independencia de las personas implicadas y su contexto cultural.
A buen seguro, el lector conocerá ejemplos muy diferentes sobre el estatus que las familias reconocen a los perros. Así, mientras que ciertos hogares los consideran como un miembro más del núcleo familiar, en otros casos los canes son considerados poco menos que una posesión, sin tener acceso siquiera a la vivienda. Elementos como la experiencia de convivencia con perros, la intensidad del vínculo creado, la percepción de inteligencia, voluntad, emociones complejas y otras capacidades similares a las humanas parecen ser determinantes para entender los resultados de la investigación.
Un estudio desarrollado en Australia puede servir como ejemplo de cómo el estatus reconocido a los perros puede afectar a los beneficios obtenidos. Los investigadores notaron que las personas que convivieron con perros obesos perdieron peso en los meses siguientes a una visita veterinaria.
Al parecer, la advertencia de que el sobrepeso podía provocar consecuencias negativas para la salud del perro sirvió a muchos de sus cuidadores para decidirse a iniciar nuevas rutinas de paseo. El ejemplo resulta ilustrativo porque invierte la causa y el efecto: no se perdió peso por algo que los perros hicieran, sino para que los perros estuvieran bien.
En resumen, convivir con perros aporta diversos beneficios a la salud humana, pero con matices. Estos beneficios no son universales ni automáticos, sino que dependen en gran medida del vínculo establecido entre humanos y perros.
En consecuencia, no debemos confiar en que convivir con perros vaya a solucionar ciertos problemas (ni eliminan la soledad ni te hacen adelgazar). Aclarar esto no solo es científicamente adecuado, sino que conecta con una responsabilidad ética: no debe cargarse sobre los perros la responsabilidad de solventar problemas humanos complejos, porque no son herramientas ni medicamentos. Sin embargo, para las personas que disfrutan de su compañía y vínculo, la convivencia abre la puerta a un abanico de beneficios tanto objetivos como percibidos.
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