Por Muy Interesante
Imagen / Pexels / Natasha Fernandez
Todos sabemos lo que es la vida si nos la enseñan, pero no sabemos definirlo. Y esto es un problema a la hora de buscar vida en otros mundos porque si no sabemos definirla, ¿cómo sabremos que está ahí?
Un paseo por las playas Shark Bay, en Australia Occidental, nos descubre a los descendientes vivos de los organismos más antiguos conocidos: unas cianobaterias que a lo largo de los siglos han ido construyendo llamativas estructuras rocosas con forma de seta llamadas estromatolitos.
Estas cianobacterias son muy distintas a un eucalipto o un ser humano pero, a pesar de todo, los definimos como organismos vivos. Ahora bien, ¿somos capaces de decir qué es la vida? La cuestión no es banal, sobretodo en estos tiempos en los que la búsqueda de vida en el universo, la astrobiología, es uno de los campos científicos de moda.
¿Cómo podemos buscarla si no sabemos definirla? ¿Cómo podremos identificarla?
“En el universo yo voy a buscar las moléculas”, afirmaba Christian de Duve, Premio Nobel de Fisiología y Medicina por el descubrimiento de los lisosomas y los peroxisomas, orgánulos intracelulares que contienen enzimas esenciales para el metabolismo celular.
De Duve, un belga que nació por accidente en Gran Bretaña pues sus padres se refugiaron allí durante la I Guerra Mundial, dedicó sus últimos años a estudiar el origen y la evolución de la vida. Fruto de sus reflexiones es Vital Dust, un libro que desde su aparición en 1995 se ha convertido en referencia obligada del tema. Su subtítulo, hoy famoso, lo dice todo: la vida como imperativo cósmico.
La vida es química
Su tesis es clara: “No estoy de acuerdo con aquellos que dicen que la vida es producto de una extraordinaria combinación de circunstancias altamente improbables. No sabemos si en otro lugar del universo la vida se construirá igual que en la Tierra, pero es una buena hipótesis de trabajo.
Creo que la forma en que la vida se originó en nuestro planeta es, visto con suficiente amplitud, un fenómeno determinista. Luego si se dan las mismas condiciones en otro planeta, debemos esperar que la vida surja en formas químicamente similares a las de la Tierra. Así que buscaré algún tipo de ADN, proteínas... las moléculas típicas de la vida”.
Quizá por ello su definición de vida sea, según confesaba, muy simple: “la vida es lo que es común a todos los organismos vivos.
Esto significa que para mí la vida es lo que el ser humano, las plantas, los microbios y los hongos tenemos en común, los mecanismos básicos que hoy conocemos muy bien: metabolismo, proteínas, genes...”. Una definición similar a la del paleontólogo Niles Eldredge, del Museo Norteamericano de Historia Natural: “La mejor manera de captar lo que significa ser un animal vivo es, simplemente, considerar la propia vida de uno”.
Por supuesto, hay diferencias. “Yo no soy una hoja -añade de Duve- pues no tengo clorofila, pero cuando los árboles están en la oscuridad hacen exactamente lo que yo hago en la oscuridad: sobrevivir usando las mismas moléculas. Compartimos la misma química”. Para Christian de Duve la vida es, en esencia, un tipo muy particular de química.
Esta postura ofrece sus problemas. “¿Cómo definiríamos lo que es un mamífero si el único mamífero que hemos visto es una cebra?” De este modo tan gráfico Robert Shapiro, que fuera profesor de química en la Universidad de Nueva York y uno de los grandes heterodoxos del problema del origen de la vida, pone el dedo en la llaga.
Así, uno de los argumentos más difundidos sobre la posible existencia de vida en Marte es que hace millones de años el agua recorría su superficie, y como el agua es esencial para la vida... lo que nos lleva directamente al problema de la cebra.
Para encontrar una definición, dice Shapiro, hay que evitar ciertas trampas: ¿Tú estás vivo? Por supuesto. ¿Tu nariz es algo vivo? Sí. ¿Y las células de tu nariz? También. ¿Y las proteínas de las células de tu nariz? ¿Y los átomos de carbono en las proteínas de las células de tu nariz? “Para identificar la vida no debemos mirar las partes. Es algo que tiene mucho que ver con la forma en que está construida. En ella hay un alto grado de organización, es una propiedad de la materia”.
Claro que esto tampoco es decir mucho. Definir vida nos enfrenta a un problema fundamental: la propia naturaleza de las definiciones. “Están relacionadas con el lenguaje, y una palabra tiene cierto significado en una lengua particular”, afirma Carol Cleland, una filósofa del Centro de Astrobiología de la Universidad de Colorado.
“En inglés bachelor significa ‘hombre que no se ha casado’. Ahora bien, ¿un niño de dos años es un bachelor?” Aunque maticemos diciendo que debe ser un hombre adulto, ¿a qué edad se le considera así? ¿A los 18 años? ¿O a los 23 años y 10 meses? “Muchas de las definiciones que usamos son vagas y generalmente especifican el significado usando conceptos que ya tenemos, sobre todo cuando su existencia depende sólo de nuestros intereses y preocupaciones”.
La cosa cambia si queremos definir lo que es, por ejemplo, agua. En el siglo XVII la hubieran definido del mismo modo a como nos enseñaron en los primeros años de escuela: un líquido transparente, húmedo, insípido e incoloro.
Una definición tan indudablemente inútil como la que dio de vida el creador de la hipótesis Gaia James Lovelock: “La vida es algo comestible, amable o letal”. Con ambas podemos identificar otras sustancias como agua y otros sistemas como vida.
Una vez que entendimos la estructura molecular de la materia la ambigüedad desapareció: el agua es H2O. “Lo importante aquí es darse cuenta que esta definición depende de la teoría”, afirma categóricamente Cleland.
"Por eso vida resulta tan difícil de definir; debe estar embebida en una teoría que no tenemos. No existe una teoría general de los sistemas vivos. Estamos en una situación parecida a lo que sucedía con el agua antes de que desarrolláramos la teoría molecular de la materia”.
Enfrentados a semejante panorama no es extraño que muchos científicos recurran a la poesía como medio de escape. Para la microbióloga Lynn Margulis la vida era “un proceso físico que cabalga sobre la materia como una ola extraña y lenta. Es un caos controlado y artístico, un conjunto de reacciones químicas abrumadoramente complejas”.
O los españoles Eduald Carbonell y Marisa Mosquera, que en su libro Las claves del pasado; la llave del futuro se dejan llevar por su pasión poética afirmando que “la vida es la expresión del tiempo biológico..., es un proceso de información que hace aparecer un tiempo singular dentro de otro tiempo dimensional”.
Entonces, ¿qué nos queda? Poca cosa. El debate sobre la vida recuerda esa vieja historia hindú donde unos ciegos definen lo que es un elefante palpando distintas partes de su anatomía. Esto pasa con la vida: cada uno ve distintos aspectos. Para unos es información, para otros reproducción, para otros evolución...
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