Carlos Nava Condarco
La mayoría de las personas en este mundo administra su vida en franca oposición a una premisa básica del Universo. Buscan afanosamente estabilidad y evitan el esfuerzo que demanda andar en equilibrio. Es curioso: uno de los anhelos más importantes de la gente es un gran motivo de infelicidad y frustración.
Hay una razón de fondo para afirmar que la vida no es cuestión de estabilidad y sí de equilibrio: lo primero está asociado a un estado, en tanto lo segundo se encuentra vinculado a la acción. Y el hecho mismo de vivir es un acto, nunca un estado.
La vida es una película que solo termina cuando termina, no es un conjunto inconexo de fotografías. Por muy ilustrativa que sea una foto, adolece irremediablemente de pobreza para representar la realidad. Igual pasa con cualquier “estado”.
Por otra parte, ¿puede asumirse que acción y estabilidad compartan naturaleza? Lamentablemente no. Estabilidad es “la capacidad que tengan los elementos de las estructuras de aguantar las acciones sin volcar o caer”, y “aguantar las acciones” es muy distinto a fundamentarse en ellas.
La vida es un proceso, no es la suma de estados inconexos. Por lo tanto no se trata de estabilidad.
En segundo lugar, la búsqueda de estabilidad consume enormes cantidades de energía. Hay que invertir mucho esfuerzo para alcanzar cierto estado y muy pronto se tiene que iniciar todo de nuevo, bien para proteger lo que se ha conseguido o para alcanzar otros hitos. Esto requiere mucha energía, y ella no es un recurso inagotable en los seres humanos.
Buscar estabilidad en la vida, agota. Genera vulnerabilidad y frustración. Se convierte en un proceso que nunca termina.
Las personas que dominan el complejo arte del equilibrio son las que se acercan más a condiciones que se pueden considerar seguras y operan en las fronteras de ésa tierra prometida que representa la estabilidad.
Es que el equilibrio es primero acción, por mucho que se hable con soltura de un “estado de equilibrio”. Cualquiera puede entender fácilmente esto. Por ejemplo, equilibrar el cuerpo en condiciones físicas difíciles requiere esfuerzo, habilidad y concentración.
Quién mantiene el equilibrio, no cae, y así cumple su propósito.
Esto es interesante. Porque el objetivo final de mantener el equilibrio es no caer. Y al conseguirlo puede asumirse que se ha alcanzado el objetivo (cualquiera que éste fuese). Las fuerzas que se oponen a la consecución de un fin, buscan que éste caiga, en tanto los actos de equilibrio lo evitan.
Hay que reconocer que existe una fuerza poderosa que juega siempre a favor de los actos de equilibrio: la concentración. Sin ella el equilibrista no alcanzaría la meta que lo espera al final de la cuerda.
Concentración:
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