Por Carlos Nava Condarco
Balancear vida y trabajo es posiblemente la premisa más obvia y la que menos se respeta en la dinámica contemporánea.
Este desequilibrio emerge principalmente de quienes hacen del trabajo una forma de vida, es decir justamente de las personas propositivas.
Es más raro remitirse al “balance” en el caso de personas que se dedican “demasiado” a su vida en desmedro del trabajo ????
Ahora bien, la falta de este balance es un drama personal y social. No es solo una anécdota sociológica o el buen consejo de quien desea atemperar la energía de ciertas personas.
La incapacidad de balancear vida y trabajo está cambiando el rostro del mundo, y lo está haciendo para peor, desde todo punto de vista.
La inexistencia de equilibrio genera improductividad en el largo plazo, falta de calidad en los procesos de trabajo y emergencia de un estado profundo de mediocridad.
Se equivocan los apologistas del “trabajo bruto” que en poco valor tienen la dimensión personal y familiar de los individuos.
Porque precisamente es el rendimiento final de ése trabajo el que se daña cuando se produce el desequilibrio.
También se equivocan, obviamente, quienes postulan el éxito basado en la “genialidad”, en la estricta capacidad de hacer trabajar a otros o en fórmulas casi mágicas que generan fortunas sin mayor esfuerzo.
Balancear vida y trabajo (ése es el orden correcto de los términos), es la única fórmula para alcanzar el éxito que se desea y disfrutar de él (y éste es también el orden correcto de criterios, porque finalmente de poco sirve alcanzar el objetivo si no se puede disfrutar del logro).
La forma inteligente de lograr el balance es desarrollando hábitos saludables.
Apoyarse solo en fuerza de voluntad o raciocinio no es suficiente, o concluye siendo algo tan estresante como el problema que se desea resolver.
Los hábitos son inconscientes, se desarrollan por inercia y ahorran energía mental que puede destinarse a otra cosa. La fuerza de voluntad, por otra parte, no es inagotable, y la lógica choca muchas veces con el poder de las emociones.
Los hábitos son, por lo tanto, el camino inteligente para balancear vida y trabajo. Y si bien es una recomendación dirigida a todas las personas, tiene matiz particular para el caso del emprendedor.
Principalmente porque transita una ruta a la que él mismo debe dar forma, una en la que es fácil sobreestimar la capacidad propia o subestimar las dificultades.
El emprendedor hace camino en soledad, es dueño de su tiempo y responsable único de sus contrariedades. Por eso precisa darle más importancia a todo esto.
Hábito número 1 para balancear vida y trabajo: Establezca horas de trabajo.-
Sencillo. Esto es lo que un buen entendedor llama “jornada de trabajo”, es decir, un periodo de tiempo concreto en el que activan y disponen las energías para trabajar.
Si no existe un tiempo acotado para hacer lo que el trabajo demanda, no solo se genera el desequilibrio, también se peca de ineficiencia e improductividad. Y esto lleva rápido a deficiencias en la competitividad.
Si se establecen periodos concretos de trabajo (no necesariamente horarios) el cerebro dispone lo necesario para que las cosas se hagan en el tiempo previsto. Así evita la procrastinación y la falta de oportunidad en las decisiones.
¡Establezca periodos concretos de tiempo para trabajar! Olvídese de ésa retórica de que el “trabajo es mi vida”, “disfruto trabajando” o “para mí esto no es trabajo”.
Estos argumentos no tienen nada que ver con el tema de balancear vida y trabajo.
Es casi una cosa matemática: el tiempo que usted le dedica a una cosa no se le puede dar a otra. Punto. Y si usted es de esos especímenes que cree solo en la dimensión del trabajo, entonces no tiene vida ni mucho que seguir leyendo.
La productividad está estrechamente relacionada con el uso del tiempo.
En tanto más cosas se hacen en menor tiempo, la productividad es mayor, obviamente considerando simultáneamente factores cualitativos.
Cuando existe productividad hay competitividad. Y ésta última es el vehículo que lleva al éxito eficientemente.
Por último, al desarrollar el hábito de fijar horas de trabajo, automáticamente quedan establecidos los periodos de tiempo para atender “otras cosas”.
Hábito número 2 para balancear vida y trabajo: Desconéctese cuando no está trabajando.-
Si le preocupa mucha “estar desconectado” mientras no está trabajando, entonces “no está haciendo un buen trabajo mientras está conectado”. Valga el razonamiento circular.
La “compartimentación” del tiempo es factor central para balancear vida y trabajo. No puede haber permeabilidad. Es decir, si se está trabajando ¡se trabaja!, y si concluyó el periodo de trabajo, se ocupa el tiempo en otra cosa. Punto.
La “conexión” que tanto facilita la tecnología moderna, es prueba de que se está haciendo mal el trabajo.
Porque finalmente el que debe “desconectarse” es el cerebro, y si éste se encuentra sumergido en una piscina pero está resolviendo algún asunto de escritorio, el drama es mayor, porque poco valen la piscina y el escritorio.
Desconexión significa precisamente eso, no hay espacio para confusión.
Si desarrolla este hábito su productividad despegará como un cohete, e igualmente la calidad de su tiempo en otras cosas que no estén relacionadas al trabajo.
En realidad es mucho más fácil trabajar como una mula de carga que tener la capacidad de desconectarse y que todo siga marchando bien.
Lo primero pueden hacerlo muchos, lo segundo es de unos pocos que deciden liderar sus vidas en lugar de mecerse por donde circula la corriente.
Hábito número 3 para balancear vida y trabajo: Tome al menos un día libre por semana.-
Es posible que haya evaluado este asunto de manera diferente, pero que valga el esfuerzo que está haciendo de leer estas líneas para enfatizar algo: el día libre permite que aumente su creatividad y capacidad para resolver problemas.
La creatividad emerge cuando se “deja de pensar”, y a esto conduce el hábito de tomar y respetar al menos un día libre por semana.
Hábito número 4 para balancear vida y trabajo: Programe el tiempo social y el de la familia.-
Hay muchos que opinan que el tiempo que se dedica a la familia no puede ni debe “programarse”. Pero pensar de ésa forma es un error.
No hay que confundir importancia con orden. Por el contrario, son precisamente las cosas más importantes las que necesitan el tratamiento más ordenado.
Para los que consideran que la familia es más importante que el trabajo (posiblemente la mayoría, por fortuna), el hábito de programar el tiempo valida la premisa.
Pero lo hace igual para aquellos que creen en la importancia mayor del trabajo, bien sea a título estructural o coyuntural.
En ambos casos el orden juega a favor de la importancia que se les atribuye a las cosas.
“Programar” quiere decir forzar un espacio y lugar para activar tareas sociales y de familia.
Significa darle al tema importancia formal, no solo una respuesta desde algún lugar de la conciencia.
A los emprendedores, empresarios, ejecutivos, gerentes, consultores, etc., les gusta manejar y referenciar permanentemente su agenda.
Entonces esta demanda la conocen bien: ¡programe su tiempo social y familiar!
Hábito número 5 para balancear vida y trabajo: Programe un tiempo para usted mismo (“Mi Tiempo”).-
Posiblemente es el hábito más importante que pueda desarrollar en su vida. De su bienestar y salud mental no solo depende usted mismo, también aquellos que quiere y respeta.
¡Ojo! Amar su trabajo es algo fantástico, pero por encima de ello debe amarse a sí mismo. Y a veces ambas cosas no son compatibles.
Recuerde sin embargo que usted es más grande que su trabajo. Nadie ha llegado a este mundo a trabajar, estamos acá para vivir.
Por otra parte, tampoco la familia o su vida social son más importantes que usted.
Esto es algo que genera siempre confusión, especialmente por ése equivocado sentido del egoísmo y la solidaridad.
En realidad un sano egoísmo es indispensable para la propia salud del tejido social, incluyendo aquel que empieza por las querencias cercanas.
Nada marcha bien si uno mismo no está bien. Esto en términos de una consideración holística.
Es decir en las cuatro dimensiones del bienestar: espiritual, mental, emocional y físico. Al menos tres de estas dimensiones se trabajan en soledad, en introspección, reflexión y contemplación: la mente, las emociones y el espíritu.
El hábito de programar tiempo para uno mismo involucra buscar y apreciar la soledad e incluso el propio aburrimiento. Ambas son cosas que la vida moderna condena con sutileza.
Estar aburrido parece una estupidez, y por ello surge el afán de “encontrar” alguna ocupación “a como dé lugar”. Igualmente reprochable y temida es la soledad, al punto que su trato equivocado lleva incluso a las “malas compañías”.
“Mi Tiempo” es el hábito que lo conducirá al conocimiento más importante que hay: el de usted mismo.
En el camino encontrará infinitos vehículos para transitarlo, en tanto haya activado la posibilidad de programar “ése” encuentro.
Hábito número 6 para balancear vida y trabajo: Programe el tiempo de sus comidas.-
De ése extremo que objetaba el hecho de “vivir para comer”, muchos han transitado al otro: simplemente “comen para vivir”. Y comen como sea, lo que sea, donde sea y a la hora que sea.
Esta es otra particularidad distintiva de la dinámica contemporánea.
¿Se justifica esto por alguna consideración de competitividad, dinámica laboral o empresarial? ¡De ninguna manera! Es solo un mal hábito.
Uno que impide balancear vida y trabajo, oficio y distensión, necesidad y gusto, funcionalidad y placer.
En las prisiones que exigían trabajos forzados de los reclusos se los alimentaba en el mismo lugar de la faena.
Pero incluso esos reos tenían un trato más cordial del que muchos se dispensan, porque no son pocos los que ahora comen literalmente en la calle mientras van caminando o conduciendo sus automóviles.
En la lógica del emprendedor (y de todo aquel que se quiera un poco), éstas malas costumbres deben verse como la incapacidad que tiene alguna gente de gobernar su destino.
Mala cosa es convertirse en poco más que un esclavo de las propias decisiones y ser uno mismo quién se coloca las cadenas. Y algo de esto se da en el hecho banal de no disponer un tiempo para comer “como la gente”.
Hábito número 7 para balancear vida y trabajo: Tenga un espacio dedicado para trabajar.-
Puede parecerle cursi, poco funcional o irrelevante, pero éste hábito también está destinado a incrementar su productividad.
Aunque no lo parezca, trabajar en la calle, en el automóvil, en la cafetería o el parque del barrio, no es la mejor idea. A no ser que se trate de algún aspecto relacionado con la creatividad.
Los espacios de trabajo deben habilitarse para contar con todos los elementos que ayuden en las tareas por hacer.
Eso nunca será igual en un automóvil o en la calle. Cuando “todos” los lugares son “buenos” para trabajar, se concluye por no trabajar “bien” en ninguno.
Trabajo y espacio de trabajo por un lado, vida y espacio para la vida por otro.
Eso es balance, e involucra todos los aspectos, por muy pequeños que puedan parecer.
Hábito número 8 para balancear vida y trabajo: Descarte una tarea de su lista de pendientes sin ejecutarla.-
Hágalo con cierta frecuencia, una que usted mismo determine. Este es un hábito que le permitirá ratificar que el poder se encuentra en usted y no en su agenda.
Que es usted quién en última instancia determina el devenir de todas las cosas que competen a su trabajo y su vida.
Decir con cierta soltura que la agenda de una persona debe subordinarse a ella, es una simplificación de la realidad en estos tiempos.
El hecho más común es justamente el contrario: individuos sometidos al rigor de compromisos sobre los que tienen cada vez menos control.
Descartar tareas destinadas a efectuarse parece un hábito extraño, pero tiene completa lógica y contribuye en los esfuerzos de balancear la vida y trabajo.
Hábito número 9 para balancear vida y trabajo: Ajuste y reajuste permanentemente todo lo que disponga.-
Este es un hábito destinado a construir FLEXIBILIDAD. Finalmente de ella depende que se pueda balancear todo lo que compete a los intereses integrales de una persona.
El “balance” tiene sus mayores enemigos en la intransigencia, tozudez, terquedad y concepción equivocada de principios, creencias y tradiciones rígidas.
En la idea de que se posee siempre la razón o que la forma de entender y hacer las cosas ha funcionado siempre así (a veces durante generaciones), y tiene que seguir haciéndolo. Todo esto es inflexibilidad.
La persona inteligente, en cambio, nunca da nada por sentado. O al menos entiende que alinearse con la evolución y el cambio es la forma de equivocarse menos.
Por esto ajusta siempre la dirección que toman sus acciones, aprovecha los elementos situacionales que pueden otorgar energía adicional a sus propósitos y reajusta luego.
La flexibilidad garantiza que todas las otras medidas se ajusten a los acontecimientos, y así mismo desvirtúa la afirmación de que “el papel aguanta todo” o que “no existe plan que sobreviva las primeras acciones”.
La persona flexible podrá ajustar el desarrollo de todos los hábitos a la realidad que se le presente, y lo hará las veces que sean necesarias para su propio interés.
Lo hará, finalmente, porque quiere y se quiere, y ése es el giroscopio esencial del balance y la buena vida.