Por Sonora Star
El aprendizaje latente es una forma de adquisición de conocimiento que no se expresa directamente en una respuesta inmediata. Se produce sin la intermediación de un proceso de condicionamiento, sin que exista un refuerzo de ningún tipo para el aprendiz; y a menudo, se produce sin que intervenga la conciencia del individuo.
El aprendizaje latente fue descubierto por el psicólogo Edward C. Tolman, en sus experimentos con ratas en 1930. Sus hallazgos sirvieron para poner en entredicho la teoría conductista que predominaba hasta el momento, que proponía que todo aprendizaje tenía que estar necesariamente provocado por la existencia de refuerzos y castigos.
Este tipo de aprendizaje no es fácil de observar, ya que no se manifiesta en forma de una conducta hasta que no existe un nivel de motivación suficiente. En muchos casos, el término puede intercambiarse por el de aprendizaje observacional, con la diferencia de que la conducta observada no tiene por qué ser reforzada para que el sujeto la interiorice.
A pesar de haber sido estudiado por primera vez en el contexto de la navegación por un terreno conocido, el aprendizaje latente puede darse en muchos ámbitos distintos.
Las investigaciones más recientes al respecto han mostrado que se trata de un proceso muy común tanto en niños como en adultos, responsable de muchas de nuestras conductas.
Por ejemplo, hoy en día sabemos que es posible adquirir conocimientos o destrezas simples tan solo observando a otra persona llevar a cabo una acción. Un niño viendo a su madre preparar una tortilla puede memorizar los pasos necesarios para hacerla por sí mismo, aunque este aprendizaje no se manifieste en un primer momento.
¿En qué se diferencia el aprendizaje latente del observacional? La clave está en la necesidad que existe en el segundo tipo de un refuerzo o castigo a la conducta observada para que se produzca la adquisición del conocimiento. Por ejemplo, estaríamos ante un caso de aprendizaje observacional si un niño observa que un profesor grita para que sus alumnos se callen y consigue el efecto deseado; el pequeño internaliza el mensaje de que la agresividad proporciona resultados positivos, y será más probable que utilice esta estrategia en el futuro.
Por el contrario, cuando se da el aprendizaje latente, no es necesario que la conducta produzca un efecto positivo o negativo concreto. De esta manera, este proceso de adquisición del conocimiento es el más inconsciente de todos los que pueden darse.
Nosotros tendemos a categorizar los objetos, incluso de manera no explícita. Por ejemplo, hemos aprendido que «gato» y «perro» son categorías diferentes principalmente al estar expuestos a ellos. Esta situación es tan básica que los investigadores decidieron emplearla para analizar a 438 voluntarios adultos.
Utilizando un juego de ordenador personalizado, presentaron imágenes de criaturas fantásticas a los participantes. En algunos casos las dividieron en dos categorías: similares a perros y a gatos. Durante la fase inicial, se instruyó a los participantes para que reaccionaran lo más rápido posible a una criatura que saltaba a un panel rojo en el lado izquierdo de la pantalla, o a un panel azul en el lado derecho. Sin que los participantes lo supieran, el lado al que saltaban las criaturas siempre era el mismo que el de su categoría.
Los investigadores notaron que las personas que habían estado expuestas a las criaturas en la fase inicial pudieron aprender las categorías más rápido.
Aparte de ello consideraron dos categorías falsas, que no fueron descubiertas por ningún participante en la fase inicial. Sin embargo, en la segunda parte del experimento hubo un período de aprendizaje explícito en el que las categorías inventadas, «flurps» y «jalets», se revelaron a los participantes. Los voluntarios expuestos a imágenes de flurps y jalets por adelantado fueron mucho más rápidos en poder captar las diferencias entre las categorías.
«Los participantes que recibieron una exposición temprana a las criaturas de las categorías A y B pudieron familiarizarse con sus diferentes distribuciones de características. Por ejemplo, las criaturas con colas azules tendían a tener manos marrones, y las criaturas con colas naranjas tendían a tener manos verdes», comenta Layla Unger, de la Universidad Estatal de Ohio. «Luego, cuando llegó el aprendizaje explícito, fue más fácil adjuntar una etiqueta a esas distribuciones y formar las categorías».
Estudiar este tipo de aprendizaje latente es muy complicado, de ahí que los experimentos de este tipo sean raros. Aun así, investigaciones como esta permiten que en el futuro se amplíe el análisis actual de los adultos para observar el proceso también en bebés y niños.
«Ha sido muy difícil diagnosticar cuándo se está produciendo el aprendizaje latente», indica el psicólogo Vladimir Sloutsky de la Universidad Estatal de Ohio. «Pero gracias a este estudio logramos marcar una diferencia entre el aprendizaje latente y lo que las personas aprenden durante la enseñanza explícita».
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