La influencia de la edad sobre la vida profesional: cuatro consejos y una técnica infalible

La influencia de la edad sobre la vida profesional: cuatro consejos y una técnica infalible

Fuente:YORIENTO,29/08/2023 04:00 pm



Por Alfonso Alcántara


¿Cómo influye la edad sobre la vida profesional? La edad es un indicador optimista para los que se vanaglorian de lo vivido, una cuenta atrás para los que ven el vaso medio vacío, y un tema estrella de las quejas como estilo de vida, justificaciones y excusas que nos ponemos a nosotros mismos y a los demás.


En el interior de cada anciano hay un joven preguntándose qué demonios ha pasado. Terry Pratchett


Los padres nos animan desde pequeños a decirle a todo el mundo los añitos que tenemos, a conversar y a ser ocurrentes con el asunto. 


Una persona se siente joven mientras perciba que su futuro pesa algo más que su pasado. Jorge Wagensberg.


Demos un repaso al asunto con estas 4 reflexiones radicales sobre la edad y su supuesta influencia sobre el empleo, el emprendimiento, el éxito y la vida en general.


Remataremos con una técnica “imprescindible” en orientación profesional para ayudar a dejar de hablar tanto de los años que tenemos y centrarnos en vivirlos mejor.



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Imagen:  Pexels 




1. LA EDAD COMO EXCUSA. Nunca se es demasiado joven o demasiado viejo, excepto para justificarse


¿Quién se ha llevado mi queso?, como sabéis, es una historia- metáfora sobre el cambio y las dificultades para salir de la pasividad, modificar nuestros hábitos y tomar la iniciativa ante los problemas. Haw y Hem son dos ratones que, acostumbrados a vivir de la sopa boba, entran en pánico cuando descubren que allí donde siempre habían encontrado queso ya no lo habrá nunca más.


Tras infructuosos días esperando que las cosas volvieran a estar como estaban por sí solas (porque siempre habían estado así) y que el queso apareciera como por arte de magia, empezaron a darle vueltas al asunto. Tras mucha reflexión baldía, al fin Haw sugirió:


-Quizás lo que debamos hacer sea dejar de analizar tanto las cosas y ponernos a buscar algo de queso nuevo.
Hem le replicó:

–Empiezo a sentirme demasiado viejo para eso. Y creo que no me interesa la perspectiva de perderme y hacer el ridículo.


Resulta curioso comprobar cómo se puede ser demasiado joven o demasiado mayor, dependiendo de la perspectiva, para afrontar un mismo problema, tomar similares decisiones o emprender parecidas actividades, sobre todo cuando éstas requieren esfuerzo y planificación. Así, solemos escuchar a estudiantes de entre 16 y 25 años (o más) decir que “aún son demasido jóvenes” para ponerse a trabajar, y a personas de más de 40 años que “ya son demasiado mayores” para replantearse la vida profesional, para aprender una nueva ocupación o para, sencillamente, encontrar empleo o montar su propia empresa.


La sobreprotección familiar de la que gozan los jóvenes imperante tal vez tengan que ver con este uso interesado de la edad. Rosa Regás, que publicó su primera novela con 56 años, afirmó:


Excepto si se quiere ser bailarina a los 60 años, todas las demás cosas se pueden hacer.


2. LA EDAD COMO CRECIMIENTO. Aprender requiere tiempo pero nunca hay suficiente


Generalmente se asume que cada edad tiene sus ventajas y defectos. La juventud tiende a identificarse con la motivación y la frescura, pero también con la inexperiencia y los errores. Las épocas adultas suelen representar el equilibrio y la perspectiva, pero asimismo reflejan el sufrimiento existencial de no haber hecho lo que se pretendía y de no saber disfrutar de lo que se tiene.


La edad no protege el amor pero el amor protege la edad. Jeanne Moreau


La práctica puede ser un elemento de aprendizaje y perfeccionamiento, pero también es posible dedicarse 10 años a la misma cosa y ser un experto en hacerla mal. Una cosa es tener experiencias, y otra cosa sumar años de experiencia. Lo primero te hace crecer y lo segundo permite que el salario crezca cada trienio (en el mejor de los casos). Cuanto más tiempo pasemos “entrenando”, más probable es que sepamos fluir con la corriente.


De cualquier forma, estos debates son cansinos, retóricos y fuentes de excusas y obsesiones varias. Lo realmente relevante no es lo que hiciste ni lo que te queda por hacer, sino lo que quieres hacer y lo que vas a hacer hoy. José Saramago dijo en una entrevista:


He sido muy afortunado; si hubiera muerto a los 60 años no hubiera sido escritor.


Cualquier momento puede ser un buen momento para empezar o para no empezar nunca.


 

3. LA EDAD Y EL EMPLEO. ¿No encuentras trabajo debido al año en que naciste o por lo que no estás haciendo hoy?


Hay cierta afición a establecer relaciones entre el periodo sociohistórico en el que uno ha nacido y está viviendo, y su actitud ante la propia vida y, por ejemplo, hacia el empleo. Así, los hijos de la llamada Generación X, que tienen ahora entre 30 y 50 años, somos calificados como escépticos, equilibrados, con desinterés por la autoridad, con liderazgo por competencia y espíritu de anticompromiso. La Generación Y (18-24 años), como generación esperanzada, decidida, cortés con la autoridad, con liderazgo por colectivismo y espíritu de inclusión.


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En fin, más allá de semejante conocimiento socioastrológico y de este tipo de etiquetas que tanto nos gustan, las conexiones entre la edad, el empleo y el desempleo, son frecuentemente establecidas para convertirse en fuente inagotable de quejas del personal. Gonzalo decía en una carta al director de El País, republicada en Yoriento:


Tengo 45 años y me encuentro en el paro. Después de una vida laboral de trabajador y la obtención de una licenciatura de Historia mientras trabajaba, me encuentro mandando currículos y omitiendo la licenciatura para trabajos cuya mención es veneno. He trabajado como trabajador del campo, agente de viajes, agente inmobiliario, jardinero y monitor de un taller de empleo. He realizado trabajos de investigación histórica (en el pasado congreso de la Guerra Civil presenté una ponencia), he escrito para revistas y publicaciones. Pero tengo 45 años y ningún “padrino” cercano.


La situación de Gonzalo, como la de muchas personas en situación de desempleo y de exclusión sociolaboral, independientemente de sus edades, puede o pudo ser difícil, desesperada o incluso trágica, seguramente nunca lo sabremos. Como tampoco podremos indagar y conocer las razones que le llevaron allí.


Lo que sí podemos afirmar es que no fue la edad la responsable de sus problemas: ¿acaso no hay personas de 45 años que sí tienen empleo y algunas de ellas, incluso un empleo satisfactorio? Podríamos hipotetizar que tal vez su errática carrera profesional y su falta de especialización no ayudaron mucho a conseguir una mínima estabilidad laboral.


Tampoco parece que en su caso la obtención de una titulación universitaria en Humanidades fuese un medio razonable para mejorar la ocupabilidad, más bien todo lo contrario, su decisión es un ejemplo muy didáctico sobre cómo elegir mal los estudios cuando el objetivo es emplearse.


Está claro que el mercado de trabajo obstaculiza la contratación de personas de ciertas edades, excluye a colectivos desfavorecidos por la educación y las condiciones sociales, y dificulta el acceso a empleos dignos a los/as jóvenes, y a puestos directivos a las mujeres. El mercado de trabajo y la vida no son justos. Y aunque los 45 tacos de Gonzalo no le facilitan las cosas, no son la razón de su desempleo. En todo caso, un obstáculo más. Otra cosa es que intentar convencerle de eso sea imposible además de inútil. Pero aunque vayamos perdiendo, lo importante es seguir jugando.

 

4. EDAD, EMPRENDEDORES Y ÉXITO. El éxito es más probable a partir de los 40, pero no son los años los que generan el éxito


Se tiene la edad que se quiere tener y también la edad del dinero que se tiene


Los métodos para hacerse rico, relacionados con la autoayuda, los negocios o con reinventarse como emprendedor, explican que uno puede conseguir nadar en billetes a cualquier edad. Pero lo más frecuente es que cuando esto ocurra le pille a uno un poco madurito/a, aunque sea por una mera razón de probabilidad: la juventud incluye como mucho una veintena de años, mientras que la adultez va desde, pongamos, los 40 a la tumba.


En el artículo más comentado del blog, sobre emprendedores, me mostraba escéptico respecto al hecho de que personas adultas que nunca hubieran mostrado suficiente afán emprendedor o iniciativa para asumir riesgos (entre otras habilidades) pudieran llegar a convertirse en mínimamente solventes empresarios o inversores por medio de cursos de formación, ponencias animadoras, influencias familiares de última hora, o sesiones de orientación o tutorización profesional.


La edad no es importante en sí misma, lo son las experiencias motivadoras y capacitadoras hacia el emprendimiento que uno haya tenido. En Iniciador tampoco parecen considerar la edad como el factor a tener en cuenta:


En USA hay pequeños líderes de tan sólo 20 años. Creo que lo que deberíamos pensar es que la experiencia no depende de la edad, sino de los años que se haya estado ejerciendo en cierto sector. Además de esto, es importante mirar cómo es el equipo que rodea a cada persona y ver hasta que punto la carencia de experiencia o de cualquier otra habilidad, puede ser complementada con la de otro miembro del equipo.


Y aunque es cierto que la vivencia de determinadas experiencias suele estar relacionada o producirse a determinadas edades o momentos vitales, el mero hecho de alcanzar esas edades no garantiza acreditar esas experiencias. Vamos, que uno con 50 años puede no haber aprendido mucho de sus errores, mientras que un chaval de 19 puede estar más avezado sobre la vida práctica que el Lazarillo de Tormes. @JulenIturbe decía en su artículo emprendedores de laboratorio:


Esto de emprender es muy jodido cuando tienes 25 años. Ahí no te han dado suficientes palos ni tu networking -más comúnmente entre jóvenes denominado “enchufes”- es tan poderoso. Así que quizá sea más fácil emprender cuando has llegado a los 40. Quizá entonces no tienes tantas presiones económicas y puedes permitirte el lujo de cambiar el rumbo sin tantas apreturas.

 

EL EPÍLOGO Y LA TÉCNICA “INFALIBLE” SOBRE LA EDAD


La edad no es un factor profesional, es una circunstancia personal. No valores los años sino las competencias.


Hay (muchos) casos de personas con edad que no acceden a oportunidades “por la edad” y hay otras que no las hallan por falta de competencias y de especialización. Cada uno tenemos que valorar nuestra situación de forma honesta y concreta sin caer ni en el autoengaño ni en el derrotismo para construir un nuevo presente profesional.


Seguiremos atribuyendo un nefasto protagonismo a los años que tenemos y eso generará ansiedad y restará iniciativa y ánimo para afrontar problemas y plantearse nuevos retos y objetivos. Para intentar contrarrestar estos efectos perversos del calendario, os propongo usar esta sencilla historia, adaptable a cada caso, como técnica infalible para recordar que lo importante nunca es el cuándo, que la edad no es una variable que debamos tener en cuenta. Pensar en el tiempo que tienes sólo te hace perder tiempo.


Una mujer de 45 años quería estudiar una licenciatura universitaria, pero temía ser demasiado vieja y me dijo:

-Tardaré al menos 5 años en acabar y entonces tendré 50 años
-¿Qué edad tendrás dentro de 5 años si no estudias la licenciatura?, le pregunté


Para reinventarse profesionalmente siempre hay tiempo. No es el tiempo lo que cuenta, es lo que quieres hacer.


 

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